Hoy fui a la universidad sólo para comer y tocar un poco con los muchachos: Laura, Rafael y Ángel. Cuando llegué a la universidad, poco antes del mediodía, ninguno de los tres estaba y, por más que intentaba, no lograba comunicarme con ninguno de ellos. Mientras almorzaba en el comedor, Ángel me llamó desde el teléfono de su novia, Evelyn; me dijo que estaba en Los Palos Grandes haciendo un casting, y que no iría a la universidad. Como yo no tenía más planes para la tarde, le pedí la dirección para ir y encontrarme con él, con la intención de hacer música en lo que terminara el casting.
Unos 45 minutos después estaba bajo el sol, frente a la puerta marrón de una quinta, llamando a Ángel para que me abrieran la puerta; me dijo que entrara por el portón del estacionamiento, que estaba abierto, y que pasara hasta el fondo. Me recibieron él y Juan Peres -un amigo suyo que conocí el mes pasado-, con par de abrazos, luego vi a Evelyn -saludo venezolano, abrazo y beso-. El lugar era una especie de garaje cerrado, de techo alto, con una zona de paredes y piso blancos, con reflectores, una cámara en un trípode, adecuado para castings y sesiones de fotos; había una señora sentada frente a un escritorio, a quien Ángel le dijo: «Él es el cantante del que les hablé». No sabía aún qué pasaba cuando ya estaban anotando mis datos con marcador azul en una hoja tamaño carta, luego me pararon frente a la cámara y me pidieron que respondiera unas preguntas. De no haber sabido de antemano que ahí estaban haciendo un casting me habría sentido bastante desconfiado: me pidieron que dijera quién era y a qué me dedicaba, mientras el fotógrafo me grababa, después me tomaron algunas fotos de frente, de perfil, con las manos arriba, con las manos a la altura de la cara; me recordó a las fotos que le toman a los presos antes de encerrarlos. Me preguntaron qué iba a hacer y si necesitaba una silla, supuse que la respuesta adecuada era «tocar», ya iba agarrando el hilo de lo que pasaba, y acepté la silla, busqué mi cuatro donde lo había puesto y regresé al centro, a sentarme en la silla que ahora me esperaba. A la voz de «cuando desees» presenté el merengue venezolano Presagio, de Gualberto Ibarreto y toqué. Aparentemente les gustó, aunque sé que la selección no dependía de esas personas.
Ángel y Juan nos ofrecieron para tocar una canción, como regalo para esas personas que estaban ahí (la señora que me tomó los datos, la chica que me hizo las preguntas y el fotógrafo). Nos sentamos frente a la cámara, Ángel con la guitarra, yo con el cuatro y Juan sobre el cajón flamenco; ante mi cara de perdido, Ángel me dijo los acordes de lo que íbamos a tocar y yo me limité a verlo y seguirlo. Lo disfruté mucho, pero no tengo ni idea de qué canción tocamos.
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Ángel y Evelyn en la plaza de Los Palos Grandes. |
Salimos de allí con la plaza de Los Palos Grandes como destino. La plaza es un lugar bastante bonito, con piso de lozas oscuras, toldos de telas tensadas y una bella fuente. Pasamos un buen rato tocando allí; Evelyn, que es estudiante de danza contemporánea y una muy buena acróbata, hacía sus maromas con Ángel de vez en cuando. Allí en la plaza se nos acercó una chica que quería hacernos una entrevista para su tesis de la universidad, que trata sobre sociología de tribus urbanas y las redes sociales; su nombre es Rogsel Castillo, y está por graduarse de la UCAB (Su twitter es @Rogsel, para quien guste seguirla). No hablaré de la entrevista, ella publicará los vídeos de la tesis al terminar; a mí me interesa mucho el tema (La sociología es un tema que me apasiona en verdad) y me siento bastante feliz de participar y de colaborar con ella. Espero en verdad que tenga éxito.
Una de las mejores cosas de hacer música, y arte en general, en lugares públicos es que conectas con la gente que pasa por ahí de una u otra manera, la mayoría de los adultos pasará frente a ti sin prestarte mucha atención, pero no así los niños: ellos son mágicos, buscan la música y casi siempre quieren interactuar contigo; nosotros los dejamos, porque si podemos hacer que la gente viva la música, entonces estaremos haciendo al mundo un poco más amable de lo que es, y la mejor manera es dejando que los niños se acerquen, porque ellos también acercarán a sus padres. Esa es una de las razones por la que estudio Educación Musical.
Si alguno de ustedes, amigos, sabe hacer algo que ama, les recomiendo que busquen la manera de compartirlo con su entorno eventualmente. Si no hacen algo que aman, búsquenlo... así su vida será más agradable.
Cuídense, hasta la próxima entrada; abrazos para todos y besos para quien corresponda.